io 15, 2009
Recuerdo su mirada profunda, la ansiedad oprimiendo mis músculos, sus ojos azules y su primera sonrisa; no recuerdo sus manos, tampoco cuando nos encontramos. Recuerdo el calor esa mañana en el Parque; no recuerdo qué mes. Recuerdo el sabor de la primera cerveza, de las patatas, y sobre todo la cerveza; no recuerdo de qué hablamos. Recuerdo haberme encontrado con alguien a quien tampoco recuerdo, ni de qué iba la exposición que visitamos.
Recuerdo una mañana despertar con alguien a mi lado y volverme y verla a ella; no recuerdo si le hice el amor pero en cambio sí el sabor a güiski en mi garganta; e invitarla a un restaurante y no recuerdo su nombre, solo decirle que éramos iguales y si no estuvo de acuerdo fue porque tuvo razón.
Recuerdo el bar donde pedimos unas copas acomodados en la barra, charlé con alguien a quien no recuerdo mientras ella callaba, aguardaba, esperaba.
Recuerdo mi necesidad de beber más imperiosa que permanecer a su lado; no recuerdo cuando su mirada empezó a ser de disgusto, ni en qué momento tomó la decisión de dejarme. Y las horas perdidas en ese lugar y si existe ese lugar, aunque sospecho que no. Recuerdo la entrada a aquel cine, la oscuridad palpitante, su silencio… no recuerdo la película. Y el sonido del móvil y yo saliendo a la calle atropellando a la gente, y luego llamando a un amigo y después el amigo gritando y yo huyendo y despertar tendido en un charco de sangre...
Recuerdo noches de vómitos, sudor y pánico a fallecer en soledad y pesadillas terribles que no pretendo recordar. Y besos de amor y desencuentros y desamor, y rostros confusos de mujeres por quienes lloré; no quiero volver a llorar...
Recuerdo el día en que mis manos se aferraron al borde del pozo y reunieron la fuerza para sacarme adelante; no recuerdo a quiénes dejé y si los hubo. Recuerdo decir no, y trescientas veces no a la bebida desquiciante; no recuerdo un solo motivo para cambiar de idea jamás, y cada día que transcurre es nuevo y soy feliz de respirar el aire exterior.
Recuerdo su mirada profunda…
Recuerdo una mañana despertar con alguien a mi lado y volverme y verla a ella; no recuerdo si le hice el amor pero en cambio sí el sabor a güiski en mi garganta; e invitarla a un restaurante y no recuerdo su nombre, solo decirle que éramos iguales y si no estuvo de acuerdo fue porque tuvo razón.
Recuerdo el bar donde pedimos unas copas acomodados en la barra, charlé con alguien a quien no recuerdo mientras ella callaba, aguardaba, esperaba.
Recuerdo mi necesidad de beber más imperiosa que permanecer a su lado; no recuerdo cuando su mirada empezó a ser de disgusto, ni en qué momento tomó la decisión de dejarme. Y las horas perdidas en ese lugar y si existe ese lugar, aunque sospecho que no. Recuerdo la entrada a aquel cine, la oscuridad palpitante, su silencio… no recuerdo la película. Y el sonido del móvil y yo saliendo a la calle atropellando a la gente, y luego llamando a un amigo y después el amigo gritando y yo huyendo y despertar tendido en un charco de sangre...
Recuerdo noches de vómitos, sudor y pánico a fallecer en soledad y pesadillas terribles que no pretendo recordar. Y besos de amor y desencuentros y desamor, y rostros confusos de mujeres por quienes lloré; no quiero volver a llorar...
Recuerdo el día en que mis manos se aferraron al borde del pozo y reunieron la fuerza para sacarme adelante; no recuerdo a quiénes dejé y si los hubo. Recuerdo decir no, y trescientas veces no a la bebida desquiciante; no recuerdo un solo motivo para cambiar de idea jamás, y cada día que transcurre es nuevo y soy feliz de respirar el aire exterior.
Recuerdo su mirada profunda…
José Fernández del Vallado. Josef. Junio 2009.
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